Montevideo es mi futuro eterno trabaja sobre el concepto del ready-made de Duchamp. Por un lado, el trabajo consiste en la ficcionalización de toda biografía. En última instancia, la historia de un país (el Uruguay) no es más que otro hecho biográfico (sólo que a mayor escala de biografías), por ende utilizable como materia prima. Hay, como en todo, un primer motivo personal. Mi propia biografía tiene como origen al Uruguay, siendo yo hijo de madre uruguaya. Y hay, como en todo, motivos subyacentes. La obra, además del concepto de ready-made, tiene otro “concepto” (ya dudo si esta palabra es la más acertada) fuerte, y que asocio mucho a Puig: toda intimidad es política. Así, planteados los dos ejes, retomamos. Está el ready-made, y la conversión de todo objeto real en un objeto otro a través del procedimiento de sacarlo de su contexto, de cambiar la macroficción que lo contiene. Lo paradójico, lo dice uno de los personajes de la obra, es que es todo ficción, ya que es una historia escrita para ser contada, pero es todo real, ya que no son más que biografías (ficciones tomadas a priori como verdaderas) lo que se toma como material de inicio de dicha ficción. Lo que se pone en juego es el concepto de lo real. La televisión es lo real. El cine es lo real. Pero el teatro es, a todas luces, lo falso. (Uno va a un lugar a que le cuenten una historia, con objetos de mentira, etc etc). Pero el teatro político de los sesenta y setenta se proponía como lo real, como la verdad. Primer problema a la hora de hacer una obra manifiestamente política.
Montevideo es mi futuro eterno es una obra súper política pero asumiendo, como hipótesis de principio, lo artificial del gesto. Se plantea la verdad revolucionaria como otra ficción. A fin de cuentas, en Montevideo es mi futuro eterno no se cree en las verdades. Se cree en las ficciones. Quizás, una ficción que le hace guerra de guerrillas a lo real. Sea ése el primer gesto político del material. Usar la historia personal, y la historia de un país, como mingitorios.
MTB