Dos Tupamaros en bicicleta
por Celia Dosiodramaturgia y dirección: Mariano Tenconi Blanco
elenco: Merlina Molina Castaño / Luciano Ricio / Mariano Stolkiner
músicos en vivo: Santiago Johnson / Ignacio Llobera
teatro: El Extranjero - Valentín Gómez 3378
Montevideo... comienza con el interrogatorio y posterior asesinato de Dan Mitrione, agente del FBI y “consultor” en tortura, a manos de dos militantes Tupamaros. La tensión dramática se da entre la gravedad de los acontecimientos históricos narrados y las vueltas de Francisco y Mas, los protagonistas, donde incluso no falta el humor. En una escena local poblada de obras que abordan estos temas (desde Esa extraña forma de pasión a El secuestro de Isabelita por citar dos ejemplos), ¿qué trae de nuevo esta visita al pasado revolucionario? En Montevideo... hay un desfasaje entre la personalidad pequeña, insegura, humana de los militantes y la causa que los convoca. Y es precisamente ese hiato el que elige contar Mariano Tenconi Blanco en esta obra.
Aunque con referencias muy precisas a los comienzos de la década del '70, Montevideo... no busca una reconstrucción histórica, la mirada está puesta en trazar desde lo emocional los recorridos de estos seres. Incluso, el anacronismo será un recurso más de la puesta. ¿Cómo hacer la revolución desde un país como Uruguay, tan cercano y tan distinto a la Argentina? Francisco (Luciano Riccio) es un joven que hace de la militancia un camino para el autoconocimiento. Viajará por el Uruguay, admirará a sus referentes, enamorará a la chica. Como en una sesión de análisis contará la historia de sus padres y dejará embarazada a su mujer. El eterno futuro del título, un futuro que no fue.
La propuesta escénica merece un párrafo aparte. Si Más (interpretado por Mariano Stolkiner) es un militante lleno de campechana parsimonia uruguaya, Ludmila (Merlina Molina Castaño) sondea los gestos de locutora hierática logrando pasajes muy interesantes. Los músicos en vivo ubicados contra el telón de fondo, aportan clima de época y región. Las ideas políticas, las fantasías más ocultas, los afectos más primarios forman un torbellino que en la puesta está resuelto como un recorrido circular de los cuerpos por el espacio. Entre lo emotivo y su extrañación se irán definiendo los personajes. Todo se desrealiza, Uruguay ya no es Uruguay, Montevideo sólo una idea, y así, queriendo enlazar la historia personal con la historia política de un país se vuelve la alegoría de una hybris revolucionaria.
Y pienso, casi como una cita obligada, en Mi vida después, de Lola Arias, como la contracara de Montevideo... una mirada desde hoy a ese pasado convulsionado y violento. Si Mi vida después fuera la necesaria memoria en la vigilia, Montevideo... resultaría en cambio un sueño caprichoso y extraño.
La propuesta escénica merece un párrafo aparte. Si Más (interpretado por Mariano Stolkiner) es un militante lleno de campechana parsimonia uruguaya, Ludmila (Merlina Molina Castaño) sondea los gestos de locutora hierática logrando pasajes muy interesantes. Los músicos en vivo ubicados contra el telón de fondo, aportan clima de época y región. Las ideas políticas, las fantasías más ocultas, los afectos más primarios forman un torbellino que en la puesta está resuelto como un recorrido circular de los cuerpos por el espacio. Entre lo emotivo y su extrañación se irán definiendo los personajes. Todo se desrealiza, Uruguay ya no es Uruguay, Montevideo sólo una idea, y así, queriendo enlazar la historia personal con la historia política de un país se vuelve la alegoría de una hybris revolucionaria.
Y pienso, casi como una cita obligada, en Mi vida después, de Lola Arias, como la contracara de Montevideo... una mirada desde hoy a ese pasado convulsionado y violento. Si Mi vida después fuera la necesaria memoria en la vigilia, Montevideo... resultaría en cambio un sueño caprichoso y extraño.
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